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Tiempo ganado.


Aparecen de tanto en tanto. El hecho de que no abunden los hace más valiosos, y cuando lo tienes en las manos, te debates entre las ansias de devorarlo con fruición, y las de saborearlo con calma para extraer todo el jugo posible, y hacer más duradera la experiencia.

Y cuando estás inmerso en el viaje, en las tormentas, en las pasiones, en las mezquindades y los altruismos, y todo lo que te rodea desaparece, te das cuenta de cuanto echabas de menos uno de esos.

Reconozco que ante tanto estímulo artificial, me cuesta poco dispersarme y olvidar ese placentero vicio que es capaz de abstraerme de mi entorno y hacer correr las horas. Pero de tanto en tanto, aún cedo a la compulsión de perderme en una librería y dedicarme a pescar algo interesante. Generalmente la captura contiene de todo, algunas cosas malas, la mayoría mediocres, y si hay suerte, alguno de esos ejemplares que se quedarán en la memoria como tiempo ganado.

Dignidad


Soy lo que se llamaría en inglés un 'geek'. No sé si hay una traducción directa para la palabra en castellano, pero creo que podríamos, para el caso que nos atañe, asimilarla a 'tecnófilo'.

En mi condición de amante de la tecnología y los cacharritos, este viernes estaba a las 10.00 en la puerta del centro comercial de turno con la esperanza de conseguir mi esperado iPhone (un añito de espera, desde que salió en los E.E.U.U) Conté delante mío unas 20 o 25 personas, y detrás aparecieron unas 15 más enseguida.

El primer dependiente que apareció en escena nos anunció rápidamente la noticia que temíamos:

- No han llegado todavía, no sabemos cuando lo harán y no sabemos cuantos traerán.

Así que, muy ufanos ellos, nos tomaron nombres, números de teléfonos, modelo solicitado y tipo de acceso (alta, portabilidad o programa de puntos)

Me volví al trabajo, del cual empiezo a pensar que nunca debí haber salido.

A la tarde, aunque yo había solicitado el modelo de 16Gb, me llamaron para ofrecerme una unidad de 8Gb comentando que ya no quedaban los de mayor capacidad.

Pensé rápidamente que en mi iPod de 60 Gb sólo tengo 4 ocupados, y que podría vivir perfectamente con los 8 que me ofrecían. Así que decidí sacrificar mis expectativas y un poco de dignidad, dije que me interesaba, y me dirigí a la tienda a recoger el aparatito.

Cuando ya tenía la caja en mis manos, se me ocurrió preguntar:

- Tengo un SIM dual, con el número del trabajo y el personal ¿Ningún problema, no?

Y el dependiente, tuerce el gesto y me contesta:

- Ah, no, es totalmente incompatible. Tendrás que ir a una tienda a que te des-dualicen el SIM, o hacer un alta nueva.

He de reconocer que me lo pensé un poco, pero al final mi dignidad pudo más y rechacé la tomadura de pelo. No tiene nada que ver con ninguna limitación tecnológica del aparato, simplemente se trata de una obcecación estúpida (aún no sé si es por parte de Apple o de Telefónica) por mantener el control de "una línea-un iPhone". Es decir, el iPhone se asocia directamente con un único SIM y se convierte en personal e intrasferible.

Como estamos en 2008 y estas cosas están más que superadas, me parece insultante que por una decisión comercial me hagan llevar dos teléfonos encima por que a ellos se les antoja, cuando hace años que puedo integrar dos líneas en el mismo aparato, por sencillo que éste sea.

No sé si algún día volveré a caer en la tentación, pero aunque sé que quiero lo que me ofrece el iPhone (conexión a Internet funcional y ubícua), me parece que quizás tendré que esperar un poco más, y quizás tenga que venir en forma de otro aparato. Posiblemente con Android.

A posteriori, y a base de leer foros, también he descubierto que hay clientes de Movistar que no han podido adquirir el iPhone debido a que tienen un contrato de permanencia en la actualidad (Zona Azul, por haber conseguido un terminal mediante puntos con rebaja por permanencia) Y no pueden comprar el terminal de Apple hasta que no se acabe su actual período de permanencia, ni siquiera sumando la duración de ambos períodos.

Como colofón, leyendo las tarifas se aprecia que es más barato conseguir el 'trasto' si vienes de otra compañía que si llevas 10 años en Movistar. De hecho, lo que sale a cuenta es darte de baja, y volver a los 10 días, en cuyo caso te aplican el descuento de 'portabilidad'. Es otro insulto más a añadir a la lista.

Que penita, y que manera de quitarse clientes de encima.

Ruído.

La tenemos encendida simplemente por la costumbre, por un absurdo automatismo. Se ha convertido en una manera de rellenar huecos de silencio, de crear compañía vacía de contenido real. Es una de esas adicciones modernas que proporcionan una recompensa inmediata y estéril. Te libra de quedarte a solas contigo mismo. En su mayor parte, una inyección dulzona de almíbar en las meninges: Fácil de ingerir, sin texturas que explorar, y sólo engorda.

Aún no sé donde nos perdimos y dejamos que el ruido sustituyera a la música.

Por suerte, cada vez la encuentro más enervante. Siempre fueron imágenes, pero ahora es sobre todo un estruendo inmisericorde: sonidos machacones y estridentes que se solapan sin parar. Afortunado de mi, eso está haciendo que sea consciente del tiempo que no quiero perder.

Adiós, Guiñoles, adiós.

Muchos han sido los momentos en los que me he reído bien a gusto con los Guiñoles, especialmente en una etapa en la que el gobierno de cierto personaje nefasto, y toda su camarilla, se hizo insoportable. Siempre conseguían encontrarle el punto surrealista al día a día (aunque hay que reconocer que a veces el día a día se lo ponía bastante fácil) Y les agradeceré toda la vida que hayan caracterizado al 'bigotes' como Darth Vader.

Pero como todo en esta vida, y no puedo dejar de acordarme de los que fueron su inspiración: aquellos geniales 'Spitting Image' británicos, las cosas se acaban.

¡Los Guiñoles han muerto, vivan los Guiñoles!

El primer recuerdo.

A veces, cuando puedo permitirme el lujo de pensar en las musarañas, me asalta una de esas preguntas que no van ni vienen a ninguna parte. Me gustaría saber cual es mi primer recuerdo, la primera imagen que grabé en mi memoria cuando quizás todavía no era capaz ni de expresar lo que veía.

Desde la bruma de mi memoria acuden escenas fugaces de algún dibujo animado bastante añejo, algún juguete, y quizás también alguna escena familiar dispersa, en especial arrebatos de estrés de mis padres debido a travesuras mías. Podría ser cualquier momento entre los 3 y los 4 años, pero no lo tengo nada claro. La dificultad de fijar esos recuerdos me causa divertidos 'deja-vus BadeRunnerianos'.

Esas imágenes, esas escenas, son pequeños e irrepetibles tesoros.

La antesala del cambio.

Hoy he vuelto de la compra con cuatro bolsas de plástico, que he metido en un cajón donde moran una infinidad de otras bolsas, también de plástico. Mi fruta viene envasada en bandejas de poliestireno (o algún material de pelaje similar), y envueltas en un 'film' plástico. El agua, la leche y el aceite, en botellas de plástico. La caja de té también viene envuelta en plástico, y dentro de ella, cada dósis indiviual viene también envuelta a su vez. Los yogures, el queso, el jamón...

Al asomarme por la ventana, los coches pasan bajo mi mirada. La mayoría casi vacíos, casi todos moviendo 1500 kilos para transportar una única persona.

La tele, el DVD, el viejo VHS, el router WiFi, la Wii, el teléfono inalámbrico, el aire acondicionado... Todo en standby todo el día y toda la noche.

Las luces del trabajo encencidas también de sol a sol, los ordenadores que la gente no apaga...

Me da en la nariz que todo esto va a tener que ir cambiando.